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1) TRIUNFÓ LA HIPOCRESÍA

El 5 de mayo, a las 0:5 de la mañana,, la cámara de Senadores de la República votó en contra del proyecto de ley de Salud Sexual y Reproductiva por 17 votos en oposición y 13 a favor. Algunos senadores no estaban o se fueron en el momento de la votación.

Votaron a favor once legisladores del Encuentro Progresista (Mónica Xavier, Marina Arismendi, Reinaldo Gargajo, Manuel Nuñez, Alberto Cid, Enrique Rubio, José Korzeniak, Margarita Percovich, que suplantó a Alberto Couriel, José Mujica, Albérico Segovia, suplente de Danilo Astori y Eduardo Ríos, el lugar de Rodolfo Nin Novoa) así como Edgardo Carvalho del Nuevo Espacio y el forista Julio Herrera.
Lo hicieron en contra los colorados Luis Hierro López, Wilson Sanabria, Pablo Millor, Orlando Virgili, Alberto Brause, Ruben Correa Freitas, Juan Adolfo Singer, José Jorge de Boismenú, Walter Riesgo, los siete senadores nacionalistas: Julia Pou, Guillermo García Costa, Luis Alberto Heber, Francisco Gallinal, Carlos Garat, Carlos Julio Pereyra, Jorge Larrañaga y el encuentrista y dirigente del actual MPP y MLN-Y Eleuterio Fernández Huidobro.
En tanto el quincista Alejandro Atchugarry, partidario de modificar la ley pero no del contenido total de este emprendimiento, se retiró de sala en el momento de la votación. Pudo más su "lealtad" con el Presidente Battle, quien hace dos años ya anunció que se aprobarse la ley, la vetaría.
Este es un buen momento para preguntarse dos cosas: ¿cómo en un cuerpo legislativo existen tan pocas mujeres? Tres senadoras en 32 senadores nos da algo de escalofrío, si pensamos que TODAS las leyes que se aprueban o desaprueban tocan intereses de las mujeres del país, que somos más del 50%. ¿Cómo es posible tal desigualdad? En proyectos como éste, hombres que sólo aportan al embarazo un espermatozoide de los 450 millones que fluyen con cada eyaculación, están decidiendo sobre el cuerpo y el destino vital de todas las mujeres, que somos quienes parimos con dolor, o debemos abortar con riesgos, o tener un hijo o hija con apenas 13 o 16 años, y en la mayoría de los casos sin un padre que se haga responsable, que somos quien amamantamos a nuestros hijos y los cuidamos en su infancia y más allá de ella.
Lo otro que nos podemos preguntar es si así debe funcionar una democracia. Porque hay temas que son tan personales, íntimos, que tocan tan profundamente la conciencia individual, que no deben ser resueltos por representantes que a veces ni conocemos, sino directamente por cada mujer y hombre de este país. Creemos que no es la conciencia del legislador la que debe primar en estos casos, sino la de las y los ciudadanos que lo votaron, en el entendido que los representaría a cabalidad. En ese sentido, aunque sea utópico, nosotras seguimos aspirando a la democracia directa en TODAS las materias del Estado.
De modo que volvemos a atender casos de muerte de mujeres -sobre todo las pobres- por abortos practicados en condiciones de riesgo, o de mutilación genital, volvemos a recurrir a clínicas abortivas que son cada vez más caras porque la policía (que también manda a sus mujeres a abortar allí como los propios legisladores) las reprime cada tanto y con eso aumentan las tarifas, y volvemos a esperar, con una paciencia que se nos está acabando, que se implanten buenos programas de educación sexual y reproductiva desde la escuela. Volvemos a la hipocresía y a ratificar los caminos de la muerte antes de los de la vida.
¡Senadores! ¡Qué vergüenza! ¡Qué falta de sensibilidad! Somos nosotras quienes pagamos sus sueldos y viáticos indecorosos, para que Uds. promulguen leyes que nos perjudican. Ante tanta pornografía, deberían renunciar.
Sólo vamos a citar un caso de lo que dijo un senador al momento de fundamentar su voto, y nos estamos refiriendo al mal senador Fernández Huidobro: dijo que esa misma tarde, en los pasillos del Parlamento, dos senadores, Marina Arismendi y Herrera lo habían convencido con "razones puramente pragmáticas" de la necesidad de aprobar este proyecto, pero que igual votaba en contra. A esta altura es sólo con infinita tristeza y desprecio que mencionamos esta anécdota.
Pero seguiremos. Esta historia continuará. Nuestros brazos no están caídos. Dejemos de hacer tanto lobby y vayamos directamente a las zonas del país -que son muchas- donde hay mujeres que viven en estado de pobreza y zozobra total. Pensemos, junto con ellas, que tanto nos tienen que enseñar en términos de sobrevivencia, cómo hacer valer nuestra voz en una consulta popular. Somos el 63% que queremos la despenalización del aborto. Tarde o temprano, la hipocresía dejará de triunfar.

Yessie Macchi
 




2) HOMENAJE A UNA LUCHADORA POR LOS DERECHOS HUMANOS

Se llamaba Mercedes Guerra. Nació un 20 de setiembre de 1946. Murió el 30 de abril del 2004. En esta semana de vergüenza nacional ante la actitud de la cámara de Senadores frente al proyecto de salud sexual y reproductiva, vale la pena hablar de una mujer que dedicó su vida a impartir lecciones de sexualidad responsable a niños/niñas y adolescentes, y de dignidad a cuantos la conocieron y se privilegiaron con su amistad.
Tenía 19 años cuando se casó con un argentino y juntos fueron a trabajar en la formación de las ligas agrarias de Formosa, una de las provincias más pobres de la Argentina. Dejó el bienestar de una familia de clase media alta y compartió la pobreza y la lucha de centenares de campesinos e indígenas de esta provincia, en su eterno intento por conservar y recuperar las tierras que les fueron extraídas, tanto por los sucesivos gobiernos argentinos como por las multinacionales interesadas en convertir la región en centro turístico o en extraer su rico caudal subterráneo de minerales valiosos. Allí tuvo sus primeros dos hijos, que se criaron junto a los niños y niñas indígenas, hablando como ellos el guaraní.
Vino la dictadura en 1976, y todos los líderes campesinos de Formosa "desaparecieron". Ella y su esposo fueron de los pocos sobrevivientes que pudieron escapar de la guadaña del genocidio. Aún ahora lloraba cuando recordaba la muerte de tantas mujeres que ayudó a parir, a criar a sus hijitos, y a querer.
Ya había comenzado a estudiar psicología antes de casarse. Suspendió sus estudios para irse a Formosa, y ya no los pudo retomar por muchos años. Los sucesivos viajes de su marido, que era sociólogo rural, la obligaban a vivir en distintos países quedando totalmente sola al cuidado de sus hijos. Pronto, ante los deseos de su esposo, siempre ausente, nació un tercer hijo, y luego, cuando había retomado sus estudios psicológicos con 35 años, un cuarto hijo. Los adoraba. Nunca se arrepintió de haberlos tenido. Simplemente recordaba con un dejo de tristeza y hasta humor negro la postergación permanente de sus anhelos profesionales para criarlos y dedicarse a ellos como sólo una madre íntegra sabe hacerlo.
Volvió al Uruguay en1982. En ese momento ya se había despertado en ella el deseo de recomenzar su carrera conjuntamente con la de sexóloga. ¡A tantas mujeres había atendido enseñándoles los temas más tabúes de su sexualidad! Sin embargo, tuvo que comenzar todo de vuelta porque los programas habían cambiado e hizo falta otros diez años para que pudiera recibirse de psicóloga y también sexóloga, ya separada de su marido pero aún responsable de sus hijos. Veinticinco años en total le llevó recibirse. Sus varones le regalaron una placa el día que recibió su diploma, pero nunca tuvo dónde ponerla porque el dinero no le daba para poner un consultorio.
Desde entonces trabajó en escuelas, liceos, barrios muy pobres, enseñando a adolescentes a asumir su sexualidad y vivirla plenamente pero con responsabilidad. En los últimos tiempos supimos formar con ella el Grupo Seres, que trabaja en los barrios más pobres de Montevideo en ese tema. Se la conocía por su serenidad total. Nunca se enojaba con nada ni con nadie, siempre tenía una sonrisa y una broma pronta para las situaciones más límites. Todas y todos sabían que podían contar hasta lo último con ella. Ella escuchaba todos los problemas, pero nunca habló de los suyos. Eran parte de su cruz personal. Su muerte no fue anunciada, vino calladamente, como lo fue toda su vida. Sus amigas y amigos queremos recordarla como lo que fue: una Quijota de los tiempos modernos, con un corazón que no cabía en su cuerpo, y por eso se la llevó. Corazón traicionero, celoso, no te lo perdonamos. No te lo podemos perdonar, porque te llevaste a una de las mejores, de ésas que son de las imprescindibles.

Yessie Macchi


 

 

 

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