Venezuela |
Martes 29 de diciembre de 2009 |
1) ¿Y SI PERDIÉRAMOS LAS ELECCIONES...?
Roy Chaderton Matos (APORREA) Lunes 28 de diciembre de 2009
Si ahora Venezuela es de todos, tenemos que estar al alcance de todos y comprometidos para alcanzar a todos. Nunca antes tuvimos tantas oportunidades para educarnos; ni esta libertad de expresión que debemos garantizar sobre nuestras justas emociones; nunca antes se veló tanto por la familia y los niños ni hubo tantos propietarios privados como bajo el Proceso Bolivariano, pero la mentira mediática ha logrado calar entre compatriotas confundidos, pero rescatables, a quienes tenemos que acercarnos sin arrogancia sectaria.
Podríamos perder si no revisamos, rectificamos y reimpulsamos radicalmente. Fidel dijo una vez que el presidente Chávez no podía ser el Alcalde de todos los pueblos de Venezuela. Tampoco puede saber todo lo que pasa ni hacerle seguimiento a todas sus instrucciones. Así es entendido por los funcionarios públicos y militantes de la Revolución que atienden bien su parcela burocrática, partidista o social para mejor servir la causa del socialismo y la democracia. Las elecciones legislativas nacionales son en un año...
Tenemos cuadros bien preparados y comprometidos con la Revolución que cumplen su compromiso con el pueblo, acompañándolo solidarios a un futuro de justicia social, democracia y paz; pero otros, incrustados en el Proceso Bolivariano disfrutan las mieles del poder, subestiman a los trabajadores o abandonan a sus compatriotas humildes y en su autismo revolucionario no escuchan la voz de la calle. Por eso, por ejemplo, aún vemos colas de ancianos obligados a caer en las garras de un gestor o tener que madrugar para coger un número.
Entonces, obligados a enfrentar un serio problema de cuadros y valores éticos, cuando identificamos un funcionario competente y honesto a la vez, nos malacostumbramos a utilizarlo simultáneamente en el Gobierno y en el PSUV con el riesgo de que "se nos quemen los dos conejos", hasta que aprendamos que no necesariamente un buen activista hace un buen administrador ni viceversa, y que no hay que confundir camaradería con encompinchamiento.
Soy de los pocos altos funcionarios de la V República formados desde abajo hasta altas posiciones en la IV República. A los 18 años como dirigente juvenil de COPEI en Miranda, junto con varios ingenuos acudí a dirigentes adultos para denunciar señales de corrupción en funcionarios demócratas cristianos. Con trato condescendiente nos respondieron que "el futuro sería nuestro, que éramos ejemplo del testimonio cristiano, pero que lo dejásemos de ese tamaño porque podíamos perjudicar al Partido..."
Fue mi debut con la Realpolitik y desde entonces, durante mi prolongada militancia política, presencié la progresiva descomposición de nuestra democracia representativa. Por eso hoy ruego a Dios que nuestra democracia participativa no sufra también la metástasis de la solidaridad automática o la lenidad que pueden convertirnos al final en los peores enemigos de nuestra propia causa.
También, joven veinteañero, durante mis inicios como diplomático en Europa Oriental, tuve la educativa oportunidad de ser testigo de la desviación de un proceso socialista hacia un sistema de partido único, manchado de injusticia social, pobreza, culto a la personalidad, violación de los derechos humanos y corrupción.
Por el contrario, el primer gran logro de la Revolución Bolivariana fue la dignificación de los excluidos, con normas constitucionales que blindan el valor de la dignidad de la persona humana y consagran el bien común. Así, tras diez años de revolución, entre incontables logros, nuestro pueblo es hoy más culto, está más alerta y se expresa mejor que antes de Chávez porque está mejor educado y también gracias a un intenso debate político que lo ha llevado a tomar la calle por sus derechos; sin palos, machetes ni fusiles; blandiendo sólo un mágico librito azul…
No es poca cosa, como diría Cristina Kirchner, pero la exaltación de los derechos ciudadanos y las grandes conquistas sociales y políticas no son una fuente inagotable ni segura de apoyo popular o de votos, ni el prestigio del presidente es necesariamente endosable a los partidos que lo respaldan.
El pueblo se acostumbra rápido a lo bueno: democracia participativa, Barrio Adentro, educación para todos, Mercal y las otras Misiones, consejos comunales, libertad de expresión extrema, medios alternativos, TeleSur, explosión cultural, ferrocarriles, represas, autopistas, crecimiento agroindustrial y petroquímico, hospitales, sistemas de Metro, diversificación de socios, satélites, seguridad social, protección a los niños y ancianos, medios alternativos, funiculares, turismo popular, grandes estadios, triunfos deportivos, política energética soberana, diplomacia audaz, mundial y exitosa, etc., pero ya millones de beneficiados olvidaron o ignoran que las nuevas conquistas populares eran sólo un sueño para los excluidos hasta hace diez años.
Hoy son un derecho adquirido y el pueblo, con toda razón, exige más y mejor; por eso castiga en las urnas electorales los errores mayores, la negligencia y la corrupción.
La solidaridad y la participación marchan muy bien, pero los valores éticos y cívicos claman por refuerzo. ¿Será quimérica una Venezuela sin consumismo ni sobornos, con una oposición patriótica, sin delincuencia extendida ni empresarios parásitos y especuladores; con libertad de expresión e información veraz, sin difamación, con adulantes bajo control; sin baches ni desagües obstruidos, con una jerarquía eclesiástica cuadrada con los pobres, con construcciones bien terminadas, con una capital humanizada y bien cuidada, sin casinos ni colocaciones bancarias oficiales fraudulentas, donde los autobuses no tomen ni bajen pasajeros en las esquinas, donde la gente use las pasarelas y no bote basura en la calle o en las quebradas; sin contratistas o intermediarios civiles o militares que aligeren trámites o "resuelvan" y repartan, etc.
"Detallitos", entre muchos más, que todos los venezolanos tenemos que asegurar para vivir cada vez más libres y mejor bajo la revolución.
Aterrorizan los supermilitantes manganzones y corruptos camuflados de rojo, para sacar provecho de nuestro proceso. Sectarios y excluyentes, ahuyentan a muchos venezolanos indecisos e incluso comprometidos. Aterrorizan los neoburgueses burócratas enamorados de su propia importancia, que no reciben ni responden a quienes están obligados a servir, mientras con gestos halagadores procuran una miradita de aprobación desde las alturas; como a quienes se les ocurrió la "revolucionaria" idea de que no habría estación de Metro para Las Mercedes en Caracas, pasando por alto que los ricos no llegan allá a los restaurantes de lujo en transporte público, por cierto muy deficiente, sino en sus propios carros y que esa estación sería ideal para los trabajadores de la zona y para los pacientes del centro médico gratuito Salvador Allende.
Además, para colmo, hay que calarse a unos cuantos gorrones internacionales que se cuelan entre los miles de generosos camaradas y compañeros que nos apoyan en todo el mundo. Nuestros compatriotas cubanos ya sufrieron esta experiencia con el llamado "turismo de izquierda o de solidaridad".
En ocasiones parece que tuviésemos carencia de contraloría social y abundancia de chismosos y acusetas. Atemoriza cuando nos empantanamos en intrigas chavistas, hasta el extremo de que "entre bomberos sí se pisan la manguera". Así, sucesivos cambios de autoridades oficiales arrastran "masacres" de sus colaboradores; absurdo que hizo escribir a uno de los personajes más respetados de nuestro Proceso: "¡Parece que hubiera ganado Rosales!".
En ese micro clima fértil a los valores de la ultraderecha neoliberal está brotando el imposible histórico de un chavismo sin Chávez; pero jamás de un chavismo sin reales.
La corrupción nos preocupa y nos ocupa; pero la inseguridad, primera preocupación nacional, afecta más al pueblo pobre y a la clase media. Las clases media alta y alta gozan de vigilancia privada, protección electrónica, guardaespaldas y escapaditas al exterior. Entretanto, la muerte no es un albur sino una lotería con todos los números para los trabajadores, porque cualquier día a cualquier hora, al subir un cerro o bajar una quebrada, puede sorprenderlos indefensos.
De allí que una receta segura para perder elecciones es extrapolar a la revolución el perverso concepto neoliberal de que el mercado lo compone todo, con la ingenua creencia de que la mano invisible de la justicia social, por sí sola, acabará con la delincuencia.
Podríamos perder las elecciones parlamentarias no por impensables aciertos de nuestra uribista oposición, encompinchada con la ultra derecha extranjera e imperial, sino por nuestras limitaciones para comunicar los aciertos de la revolución, así como la reluctancia a admitir y rectificar nuestros errores o castigar a los culpables de destrozos oficiales.
En verdad, el daño mayor que nos ha causado esa antipatriótica oposición es aturdir nuestra capacidad autocrítica, porque de tanto que nos ha difamado no le creemos cuando denuncia nuestros errores ciertos. El ejemplo de los inaceptables retrocesos y desmantelamientos en nuestros sensacionales avances en el sistema de salud pública llama a la ira colectiva.
Ya es hora de que cada uno asuma sus propias responsabilidades; es una sinvergüenzura contrarrevolucionaria que pusilánimes y perezosos esperen cómodamente a que el Presidente se entere y actúe. Ya es hora de que algunos personajes con poder oficial hablen de política, de socialismo, den la cara con su nombre y apellido y corran riesgos por nuestro proceso.
Ya perdimos un referéndum en el 2007 por una farragosa oferta e incapacidad para desmentir las falacias desestabilizadoras sobre la propiedad privada, la educación, la integridad familiar y la escasez, que ya por cierto comenzaron a reciclar para las próximas elecciones. Es el veneno inoculado por la canalla mediática entre los segmentos más frágiles y manipulables de nuestra clase media y popular que votaron contra nosotros. Al propósito, asumamos la reflexión de Fidel cuando señaló que en Venezuela no puede haber cuatro millones de oligarcas.
Nunca antes tuvimos tantas oportunidades para educarnos; ni esta libertad de expresión que debemos garantizar sobre nuestras justas emociones; nunca antes se veló tanto por la familia y los niños ni hubo tantos propietarios privados; nunca antes tuvimos una revolución feminista; nunca antes la clase media fue tan protegida y defendida como bajo el Proceso Bolivariano, pero la mentira mediática ha logrado calar entre compatriotas confundidos, pero rescatables, a quienes tenemos que acercarnos sin arrogancia sectaria.
Si ahora Venezuela es de todos, tenemos que estar al alcance de todos y comprometidos para alcanzar a todos. Venezuela es el joropo recio que tanto amó mi padre, un "musiú" a quien se tragó esta tierra; pero también es gaita, bambuco, joropo tuyero, polo coriano, galerón, vals, fulía, malagueña, merengue, tamunangue, polo margariteño, etc.
También es José Angel Lamas, Juan Bautista Plaza, Rafael Isaza, Teresa Carreño, Pedro Elías Gutierrez, Vicente Emilio Sojo, Luis Felipe Ramón y Rivera, el Indio Figueredo, Fulgencio Aquino, Benito Quiroz, Ángel Custodio Loyola, Juancho Lucena, Vicente Emilio Sojo, Antonio Lauro, Moisés Moleiro, María Luisa Escobar, Laudelino Mejías, Conny Méndez, Armando Molero, Nelly Mele Lara, Chucho Sanoja, Antonio Estévez, Alí Primera, Billo Frómeta, Luis Mariano Rivera, Aldemaro Romero, Otilio Galíndez, etc. etc. etc.
Nuestro país es como una orquesta con un gran director, a quien tenemos que acompañar sin desafinar. Las disonancias echan de la sala al público que estamos obligados a atender, conservar y comprometer con una buena ejecución. La música atrae, no separa; es armonía, no gritos, pero a veces gritamos tanto que no nos pueden escuchar.
La golpista oposición que con un potencial del 40% del electorado se retiró de las elecciones para la Asamblea Nacional dos días antes del acto electoral, en espera de los marines, podría ponerse más inteligente y prepararse para las elecciones del 2010, dirigida por el imperio, la dictadura mediática y Uribe, además de animada por sus triunfos regionales previos, con la ventaja de que el portaaviones Chávez no será candidato el próximo año. Entonces podría ocurrir ¡Dios no lo quiera!, que si gana la oposición unida, aunque sea por un punto como en el 2007, terminaríamos en la bochornosa situación de además de cornudos, apaleados.
¡Que vergüenza ante nuestro pueblo y ante los pueblos del mundo, si una revolución histórica como la bolivariana, llegase a fracasar por culpa de unos cuantos corruptos e incompetentes que se pretenden inmunes e impunes ante la justicia; sin dar tiempo al surgimiento de la mujer nueva y el hombre nuevo!
En el supuesto, ojala negado, de que en consecuencia perdamos las elecciones del 2012 ante una oposición unida con el apoyo financiero y mediático de la escoria global, ¡olvídense! de que habrá una transición democrática civilizada y que un nuevo gobierno también democrático procederá a rectificar errores heredados y a reconciliar a los venezolanos polarizados, mientras los perdedores nos depuramos y preparamos la batalla democrática para recuperar el poder seis años después.
Envenenado y manipulado por los medios de ultraderecha, con el apoyo de sus amos internacionales, un escualidísmo triunfante comenzaría por desmantelar, luego reprimir y finalmente vendría a matar.
Los represores y pelotones de linchamiento serían azuzados, entre otros, por los criminales querrequerres de Globovisión, RCTV y El NAZIonal pero, en una mueca de ironía, podría ocurrir que tuvieran más posibilidad de sobrevivir "nuestros" corruptos por haber imbricado oportunamente sus intereses con los corruptos de la Cuarta República y la "Sexta". Todo esto es fantasía, hasta ahora, pero si no cumplimos con las RRR; por ahora…
Entonces perderíamos la patria y el socialismo: sólo nos quedaría la muerte. En ese supuesto indeseable más que una estupidez sería un crimen. Por eso, no podemos optar entre vencer o morir… ¡Necesario es vencer!
Roy Chaderton Matos es político de filiación social-cristiana, embajador de Venezuela ante la OEA.
Argenpress RECOSUR 1157 – 29/12/2009
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