COMCOSUR
Comcosur Mujer
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ARGENTINA
1) LOS TRAJES QUE FABRICAN LAS OBRERAS DE BRUKMAN
La empresa textil Brukman fue tomada por sus trabajadoras el 18 de diciembre
del 2001, esperando que los dueños se acercaran a pagarles sus salarios
adeudados por más de tres meses. Como el empresario no se apareció, las
trabajadoras comenzaron a autogestionar la fábrica mientras reclamaban
estatización bajo control obrero. Desde ese momento sufrieron dos intentos
de desalojo por parte de la Justicia y la policía que fueron impedidos por
la movilización de vecinos, asambleas barriales, estudiantes, piqueteros y
partidos de izquierda. Sin embargo, el jueves 17 de abril, durante la noche,
la policía entró a la fábrica, militarizando todo el barrio con decenas de
carros de asalto, patrulleros, infantería, perros, hidrantes, etc.
La movilización y vigilia de las obreras para recuperar la fábrica fue
enorme y duró hasta el lunes siguiente, cuando la policía reprimió a ellas y
a los manifestantes con gases lacrimógenos y balas de goma, persiguiéndolas
por más de veinte cuadras a la redonda y deteniendo a más de cien. Al día
siguiente, una movilización de 20.000 personas se acercó hasta el vallado
policial, mientras los vecinos arrojaban papelitos y aplaudían desde los
balcones, en repudio a la represión.
Actualmente, la policía sólo ocupa la entrada de la fábrica y las
trabajadoras siguen en vigilia dispuestas a recuperarla, con el
acompañamiento de miles de personas que se acercan permanentemente a
manifestarles su solidaridad.
(RIMA- Andrea D´Atri) Cincuenta y seis obreras -mujeres jóvenes, mayores,
algunas madres, otras abuelas- fabrican cien trajes por mes para señores
elegantes. Trajes que llevan etiquetas con marcas muy conocidas de acento
francés.
Sus maridos no pueden vestir esos trajes que confeccionan sus esposas y que
cuestan el salario de un mes. Usan camisas de trabajo, overoles, remeras
mientras sus esposas siguen reclamando una fábrica que no les pertenece por
ley sino por derecho propio.
Los jueces que les arrebataron el sueño, los comisarios que ordenaron
arrojarles gases y dispararles, y los funcionarios del gobierno que desde
hace un año y medio no atienden sus reclamos cobran salarios que equivalen a
quince, veinte, treinta trajes de esos que llevan etiquetas con marcas muy
conocidas de acento francés.
Se los puede ver vestidos con esos trajes que fabrican las obreras de
Brukman en los canales de televisión, sosteniendo por qué es legal echarlas
con la policía, porqué es correcto dispararles balas de goma, alegando por
qué es justo obligarlas a sentarse con el empresario corrupto que no pagaba
impuestos ni cargas sociales y abandonó la fábrica cuando ya no era un
negocio para él.
Y al día siguiente se los puede ver con otro traje parecido, porque tienen
varios.
Los salarios de estos jueces, funcionarios del gobierno y comisarios (que
equivalen a quince, veinte, treinta trajes de esos que fabrican la obreras
de Brukman) los pagan los vecinos y vecinas, los comerciantes de Buenos
Aires cuando abonan sus impuestos.
Los pagan, finalmente, aquellos que para tener un traje de estos elegantes
con nombre francés, tienen que ahorrar un tiempo o pagarlo en cuotas. Los
pagan los que se compraron un solo traje de estos para el casamiento de la
hija o el bautismo del primer nieto.
Sin embargo, jueces, funcionarios y comisarios mantuvieron bloqueadas varias
calles y avenidas de la ciudad con carros de asalto, perros, patrulleros,
motos policiales y vallados.
Durante varios días, estos jueces, funcionarios y comisarios impidieron que
se pueda ir a la panadería, a la farmacia, al bar, al quiosco y a la
estación de servicio del barrio de Balbanera, que permanecieron cerrados
porque no tenían a quién venderle (todos sabemos que los policías piden
fiado).
Los periodistas de los diarios y los canales de televisión también se visten
con trajes. Pero no son de las marcas de primera calidad que usan los
jueces, los comisarios y los funcionarios de gobierno; no todos.
Ellos trabajan y no querrían estar en la misma situación que las obreras de
Brukman, sólo preguntan y preguntan: algunos preguntan a las obreras, otros
a los comerciantes del barrio, otros al juez y otros al señor Brukman que
abandonó la empresa hace un año y medio.
Algunos periodistas van presos, otros se ahogan con los gases lacrimógenos
que arruinan los trajes que tiene que usar para trabajar, otros se asustan y
salen corriendo. Pero son los directivos de los medios los que deciden que
esa nota sí y esa nota no. Son los que deciden que a los vecinos y vecinas
de Buenos Aires no les conviene saber toda la verdad; son los que deciden
que al gobierno no le conviene que se diga toda la verdad.
Los directivos de los medios suelen vestirse con los mismos trajes que usan
el juez, el comisario y los funcionarios y nunca, nunca, nunca se los
agujerean con balas de goma.
Cincuenta y seis obreras que hacen trajes para hombres de primera calidad
persisten en su reclamo.
Saben que a esos señores que se visten con los trajes elegantes que ellas
fabrican sólo podrán torcerles el brazo con el apoyo incondicional que están
recibiendo de las miles de familias vecinas que, vestidas de cualquier
manera, aprueban que la empresa le pertenece a esas señoras -algunas madres,
otras abuelas- que hoy luchan por su dignidad con hilo y aguja en mano.
URUGUAY
1) VACAS GORDAS Y BARRIGUITAS VACIAS
(Comcosur Mujer) Ya hace 8 días la población uruguaya se enteró con
horror
de la muerte de cuatro bebés por desnutrición. Hace cinco días, fueron
internados en el hospital materno infantil del Estado 5 niños y niñas con
altos índices de plombemia en su sangre. Hace 2 años sus familias vienen
reclamando que el gobierno los traslade a viviendas que no estén asentadas
en tierras contaminadas por el plomo. Todos se miran con horror, todos se
lavan las manos. Ya nadie puede resucitar a los bebés muertos, y a los niños
con plombemia se les dio de alta y están nuevamente en sus ranchitos de
lata. asentados sobre tierra con plomo. Pero sí se pueden prevenir nuevas
muertes por hambre y nuevos niños discapacitados para todas sus vidas por
contaminaciones varias.
Los cuatro bebés que murieron tenían algo en común: eran de familias pobres,
esas que viven en casillas de lata, cartón y madera, ubicadas en zonas donde
a veces no llegan ni los ómnibus. Dos gemelos de tres meses y medio, otro
que logró sobrevivir hasta los ocho meses y el más grande que recién había
cumplido nueve meses. Los cuatro resistieron hasta que la falta de
alimentación ganó la batalla. De inmediato algunas autoridades del gobierno
consideraron que los bebés también recibieron malos tratos y acusaron a los
padres, todos ellos desocupados, marginalizados.
Es posible que algún padre le haya pegado a un bebé. Estos pequeños lloran
más de lo normal, les duele mucho la panza porque está vacía. Las madres
tienen anemia, es decir una leche tan escasa y empobrecida como para
explicar la muerte del bebé si éste no recibe otro tipo de suplementos a
tiempo. Hasta los pediatras que atendieron a estos cuatro pequeños,
habituados a casos de pobreza extrema, se mostraron sorprendidos.
Para el gobierno, en cambio, sólo uno de los cuatro bebés "desde que nació
era alimentado por sonda, por lo que es evidente que sufría desnutrición".
Las otras muertes se debieron a otras razones. Explica Fernández Galeano,
director de la División Salud y Programas Sociales de la Intendencia
Municipal de Montevideo, que "nunca se expide un certificado de defunción
por desnutrición. Al niño o al adulto que se alimenta mal o directamente no
se alimenta, le bajan las defensas y rápidamente se enferma. Entonces muere
por diarrea, por una infección pulmonar o una gripe, pero la causa es la
desnutrición".
Las cifras del propio Ministerio de Salud Pública son alarmantes. En el año
2001 el 5,9 por ciento de los niños que fueron atendidos en centros
asistenciales públicos presentaba un cuadro de desnutrición global, el 12,7
por ciento mostraba retardos de crecimiento y un 1,2 por ciento padecía
desnutrición aguda. En 2002 estas cifras se elevaron considerablemente, y
en lo que va del 2003 la cifra de ingreso por desnutrición se ha
incrementado un 10 por ciento.
El problema es aún más grave entre los más pequeños, en particular en el
segundo año de vida, donde el retardo en el crecimiento debido a la
desnutrición llega al 16,84 por ciento, según el estudio de la nutricionista
María Cecilia Severi. Como ya lo señalamos en COMCOSUR MUJER 14, el problema
del hambre infantil nadie debe sorprender. Hace rato que está debidamente
diagnosticado.
"La crisis alimentaria afecta particularmente a los grupos erarios en
período reproductivo, es decir a los niños, a la embarazadas y a las madres
durante la lactancia, dado que los requerimientos son mayores en estas
etapas de enorme velocidad e intensidad de crecimiento y desarrollo", indica
el informe se Severi.
En cuanto a las embarazadas, el 24 por ciento de las mujeres tiene un peso
insuficiente durante el embarazo, por lo que es de esperar que los niños
presenten problemas al nacer. La situación es más grave aún en las
adolescentes, que representan un 25 por ciento de los nacimientos atendidos
en Salud Pública. Porque el 40 por ciento de estas jóvenes madres comienza
su gestación con peso insuficiente para enfrentar las altas exigencias
propias del embarazo. Esta situación se agrava entre las más pobres.
El 20 por ciento de la población con menores ingresos -donde el número de
integrantes de cada hogar aumenta- para comer gasta, en Montevideo, el 75,7
por ciento de los ingresos familiares y en el Interior el 81 por ciento,
según un informe que utiliza datos del año pasado. ¿A cuánto ascienden estos
porcentajes en los 4 primeros meses de este año?
Nuevamente Fernández Galeano toma la palabra: es hora de terminar con los
diagnósticos porque "es un hecho irrefutable" que existe hambre en Uruguay.
"En las policlínicas municipales todos los días consultan personas que no
comen bien o que le manifiestan al médico que no han ingerido nada en los
últimos días. No precisamos más diagnósticos, con esta realidad y el
desempleo que hay alcanza"
(Fuente consultada: Brecha: Pablo Alfano)
2) NADA PODEMOS ESPERAR SINO DE NOSOTRAS MISMAS
(Comcosur Mujer) Está constatado que la pobreza y exclusión en que viven
las
madres de los niños en riesgo de desnutrición pueden ser tan peligrosas como
el no tener qué comer. Es a esas madres que determinados proyectos sociales
como lo es el Programa de Huertas Comunitarias apunta.
En una entrevista que los periodistas Mariana Contreras y Jorge Veláquez
(Brecha) realizaron a la pediatra Mireya Gómez Haedo, coordinadora de la
policlínica municipal de Nuevo París - una zona de Montevideo donde pobreza,
hambre y desocupación es lo que sobra- la doctora enfatiza que no alcanza
con que la gente tenga comida; muchas veces un niño desnutrido es sinónimo
de un vínculo madre e hijo alterado, producto en buena medida de la
depresión. Para aquellas madres que quedan solas, con varios hijos a cargo,
sin trabajo, sin vínculos sólidos y sin mayores herramientas de las que
valerse para poder salir adelante, todo se hace cuesta arriba. Hay madres
que llegan a la policlínica y no saben en qué calle viven o no pueden
recordar la fecha de nacimiento de sus hijos. "También vemos el deterioro
en el estado nutricional de las madres; están mal alimentadas y así ninguna
puede sentirse feliz dando de mamar al niño. A veces está sola y llega un
momento en que se abandona. En los lugares desestructurados todo es más
débil" De ahí que la coordinadora insista en que, si bien tener el alimento
es fundamental, de nada sirve si no se logra sostener y sacar del pozo a
estas madres.
Es teniendo en cuenta esto que se vuelve tan interesante el Programa Huertas
Comunitarias llevado adelante por la Facultad de Agronomía del la
Universidad de la República. Desde mediados del año pasado numerosos grupos
y personas se contactaron con estudiantes de dicha facultad para buscar
información y formación para plantar, con miras a obtener de la tierra,
muchas veces pequeñas parcelas en torno a sus ranchos- los alimentos que la
falta de trabajo les niega porfiadamente. Así nació este Programa y así
también surgieron muchos emprendimientos, donde quienes trabajan la tierra
son mayoritariamente mujeres que se preguntan por qué los hombres, aún
cuando están desocupados, tienen tantas dificultades para recorrer estos
caminos alternativos.
En la Huerta Amanecer (Camino Durán y Coronel Raíz) son ex trabajadoras de
la vestimenta las que, impulsadas por el desempleo, resolvieron que sería de
la tierra y con sus propias manos cómo obtendrían los alimentos para ellas y
sus familias. "Lo que sacamos en principio es para llenar los estómagos de
nuestras familias. Cada una de nosotras saca lo que precisa, todo lo
repartimos según las necesidades de cada una. En total somos alrededor de
40 personas que nos alimentamos de la huerta, y no sobra nada". No fue
fácil. Debieron ir casa por casa convocando a los y las desocupadas para que
se unieran a esta iniciativa. Muchos no creyeron que fuera posible.
"Antes la tierra era cosa de hombres, pero hoy hay una realidad que rompe
los ojos, y es que la mayoría de los hogares son de mujeres solas: más de la
mitad de este país son mujeres solas y son las que necesitan ganarse los
alimentos. A mí me importaría mucho saber por qué los hombres no lo toman
igual que las mujeres, por qué por más que estén acostumbrados a trabajar
ocho horas y después irse a la casa, si no tienen trabajo eso no lo pueden
hacer. Yo creo que tienen mucho que ver la mujer y la tierra, no sé
explicar por qué, pero se está dando una cosa muy importante entre la mujer
y la tierra", afirma Graciela, quien también dice sentir mucha bronca ante
ciertas situaciones: "A veces me enojo cuando veo la realidad, y me pregunto
qué más precisamos para darnos cuenta de que no nos queda otra que volver a
la tierra. Yo no digo que todo el mundo se integre a una huerta
comunitaria, pero en su casa cada una lo puede hacer. Cuántas veces nosotras
no hemos tenido un peso y vamos al fondo y sacamos para comer".
Como dice Nieves, de la olla comunitaria de la Cooperativa Viamaca, otra
experiencia de huerta comunitaria, "Estamos desempleados, tenemos problemas
económicos terribles pero queremos, en la medida de nuestras posibilidades,
no vivir del asistencialismo y del pedir aquí o allá. Hay cosas que hoy por
hoy se están cubriendo así porque no tenemos muchas alternativas, pero
tendemos a que eso no sea permanente. No tenemos trabajo pero somos
trabajadoras y trabajadores desocupados que aspiramos a poder sustentarnos
nosotros, y procurarnos tanto la vivienda como la comida".
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