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URUGUAY
LEY DE SALUD SEXUAL Y REPRODUCTIVA
POSTERGACIÓN SINTOMÁTICA DE LA DISCUSIÓN EN SENADORES
Entre el 13 y del 14 de abril se debatió en la Cámara de Senadores del Uruguay
el proyecto de Ley de Salud Sexual y Reproductiva, que contiene entre otros
artículos la despenalización del aborto, luego de ser aprobada hace más de dos
años en la Cámara Baja. En realidad esta polémica sobre la despenalización del
aborto se viene procesando desde hace casi dos décadas, y en este momento, en
pleno año electoral, el miedo a perder el voto católico y los compromisos
asumidos con los diferentes grupos de mujeres tiene a los senadores en
situaciones de grandes contradicciones.
En estos días, el proyecto llegó a la discusión general a través de un acuerdo
entre bancadas, que habilitaron su pase. Desde el principio los y las senadoras
opuestas al proyecto de ley calcularon que no alcanzaban los votos para
aprobarlo. Grande fue su sorpresa cuando en mismo día de su discusión, vieron
que había un empate virtual en torno a este tema. Más grande aún fue la sorpresa
cuando varias encuestadoras publicaron que se hacerse un plebiscito en torno a
proyecto, éste estaría despaldado por más del 64% de la ciudadanía. Grandes
fueron las dificultades del sistema político de incluir en su agenda y decidir
su voto en un tema de raíces sociales y políticas tan fuertes. El dar una
solución política a un tema social y reflejar la opinión de la ciudadanía se
hace difícil cuando los líderes de todos los partidos se oponen al proyecto.
Así fue como el Senado decidió, la miércoles de noche, pasar a cuarto intermedio
y retomar la discusión el 4 de mayo, en medio de intentos de los senadores
opuestos a la ley de desvirtuar las dos sesiones del Senado donde se debía
aprobar o no la misma, colocando en el orden del día otros temas nada
relacionados con el proyecto en ciernes. Sólo el Frente Amplio exigió que el
tema se agotara en esos dos días y se pasara a discusión. ¿Tenían datos de que
alcanzarían los votos en ese momento?
Al mismo tiempo, dos senadores, Pablo Millor de la lista en el gobierno y José
Korzeniak, del Frente Amplio, manifestaban su opinión de que éste era un tema
que ameritaba un plebiscito nacional. Poco duró este romance entre la lista 15 y
el Frente Amplio, ya que éste último, en estos momentos, está revisando su
posición sobre la conveniencia o no de un plebiscito.
Mientras tanto, la verdadera batalla se estaba dando en la cancha grande, es
decir en las calles, en las barras del Parlamento y en la calle frente al
Palacio Legislativo. Las bases sociales en contra y a favor del proyecto,
argumentan y presionan. Durante toda Semana Santa, la iglesia Católica y grupos
"por la vida" desataron un verdadero terrorismo verbal, convocaron a sus
súbditos a no votar a quienes aprobaran la despenalización del aborto,
incluyendo listas que se pegaron en la Catedral de Montevideo con los nombres de
los diputados que votaron a favor de la ley. Los grupos a favor de la misma y
sobre todo las organizaciones de mujeres realizaron dos marchas y
manifestaciones los días lunes 12 y martes 13 reclamando justicia para las
mujeres que realizan abortos en condiciones de riesgo, y alertando que éstos son
la principal causa de muerte materna en el país. Tan grandes fueron estas dos
campañas, que la gran prensa no tuvo más remedio que ocuparse de ellas,
transmitiendo a ambos grupos contrarios que se habían reunido frente al
Parlamento, cada uno en un lugar distinto, con sus propias consignas y
pasacalles. Esto tomó un estado público total, lo que obligó a muchos senadores
a esconder cuál sería su voto, o simplemente no asistir a la sesión en que se
trataría el tema, mandando en su lugar a suplentes que tampoco sabían qué
actitud tomar. Es que el debate en la sociedad civil ya no se puede simplificar
bajo la forma "las feministas por un lado, la Iglesia Católica por el otro".
El sustento social de quienes apoyan la ley creció con los años: a las
feministas se les suma la Universidad de la República, el PIT-CNT (central único
de trabadores/as), la Federación de Estudiantes Universitarios, organizaciones
de derechos humanos, los afroubandistas, la Iglesia Valdense y la Metodista,
entre otras.
Fue monseñor Nicolás Cotugno, arzobispo de Montevideo, la estrella máxima de la
virulenta campaña contra el aborto. El viejo método de engendra la culpa en el
corazón de sus fieles se une a las amenazas del castigo de no voto para quienes
desobedezcan y alcen su mano a favor de la ley, sumadas a las acusaciones de
asesinos y genocidas. "¿Qué diferencia hay entre un ser humano de 15, 20, 30
años que en un tren de Madrid salte por quilos de dinamita y una criatura de dos
o tres meses que está en el vientre de la madre, le ponen un fierro adentro, la
despedazan, le aplastan el cráneo y la succionan con una aspiradora y la tiran a
la basura?", preguntó Cotugno. Claro, este señor no hace más que seguir al pie
de la letra las órdenes que llegan del Vaticano, ya que sigue esperando su
ascenso a Cardenal.
Pero es grave la injerencia de la Iglesia Católica en el sistema político de un
país que se define laico, que separa la Iglesia del Estado desde principios del
siglo XX. El sistema político no puede ser utilizado para imponer posiciones
religiosas. Además, es peligroso que a raíz de las declaraciones de Cotugno hay
senadores que cambian de posición. Votaban a favor el año pasado y no sostienen
el voto este año. Argumentaron que se entraba en un año electoral y que no era
bueno contaminar el tema.
Hubieron otras estrellas menores, como el senador el Frente Amplio Eleuterio
Fernández Huidobro, el parlamentario más entrevistado el 13 de abril, quien
sutilmente comparó la ley de despenalización del aborto con la amnistía dada a
los militares que cometieron crímenes de lesa humanidad o la que él mismo había
recibido por sus supuestos delitos de sangre en tanto dirigente histórico del
MLN-T ya desde la etapa de la lucha armada. Es decir, comparó asesinatos,
desapariciones de militantes, secuestros de niños y torturas que cometió la
dictadura cívico-militar con un aborto. ¿Algo parecido a Monseñor Cotugno?
La clave de que el debate y tratamiento de la ley en cuestión hay sido
postergada hasta nueva fecha parece centrarse en el mismo partido de gobierno,
El Partido Colorado, tres de cuyos senadores han cambiado sus votos de
favorables a la ley a opositores a la misma, pero sin mucha convicción. Un
plebiscito sería un cachetazo al presidente Battle desde su mismo partido,
teniendo en cuenta que éste ya ha declarado hace dos años que de aprobarse la
Ley de Salud Sexual y Reproductiva, él la vetaría. Está para verse qué harán
otros senadores del Encuentro Progresista cercanos al Dr. Váquez, candidato a
presidente por esta colectividad política, por no dejarlo solo, ya que Vázquez
ya a proclamado en diversas ocasiones que es contrario a la despenalización del
aborto. Como vemos, el tema toca a todas las tiendas políticas. ¿Será que las
organizaciones sociales puedan tomar el toro por las guampas y convocar ellas a
un plebiscito?
ALGUNOS DATOS
Uruguay ocupa a nivel mundial uno de los primeros lugares de muerte materna por
aborto practicado en condiciones de riesgo. El promedio mundial es de 13 por
ciento, el latinoamericano de 21, el sudamericano de 24 y el uruguayo de 27,7
por ciento.
La clandestinidad de esta práctica imposibilita saber cuántos abortos se llevan
a cabo en el país. Las cifras estimadas van de 30 mil a 150 mil por año.
En los primeros tres meses de 2002, tres uruguayas murieron por complicaciones
posaborto.
Un aborto realizado en relativamente buenas condiciones sanitarias en alguna
clínica cuesta en Uruguay un mínimo de 500 dólares. Llega a rondar los 800
dólares o más desde que se ha realizado, desde el 2002 una fuerte campaña de
represión contra estas clínicas.
Comprar el teléfono de una clínica que cierra cuesta U$S 450.000. ¿Cuánto ganan,
pues, por mes, estas casas abortivas?.
Varias mutualistas también realizan abortos clandestinos cobrando una cifra
mucho mayor a los 800 dólares de rigor. Este procedimiento es sólo para las
capas de mayores ingresos en el país.
Se ha denunciado que parte de la policía y sus jerarcas son coimeados para no
cerrar las clínicas abortivas, a las que acuden, entre otras, las mujeres de los
legisladores, de la propia policía y del cuerpo castrense.
Está comprobado que ninguna mujer que esté decidida a abortar deja de hacerlo
por miedo a la represión, o por los altos costos de la intervención. En todo
caso recurren a métodos caseros de alto riesgo para su salud y vida.
LO QUE DICE EL PROYECTO
El aborto podrá realizarse dentro de la primeras 12 semanas de embarazo siempre
que a través del personal competente se informe a la mujer de las posibilidades
de adopción y de los programas disponibles de apoyo económico y médico a la
maternidad, así como se brinden y coordinen instancias de reflexión y apoyo a la
mujer pre y pos intervención.
El plazo para la realización del aborto podrá extenderse a 20 meses de embarazo
cuando, a juicio del médico tratante, la edad o condición fisiológica de la
mujer hubiera dificultado el conocimiento de su gravidez en los tiempos usuales.
Después de las 12 semanas y hasta las 24, la interrupción de un embarazo sólo
podrá efectuarse cuando la gravidez implique un grave riesgo de salud para la
mujer o cuando se verifique un proceso patológico que provoque evidentes
malformaciones o anomalías al feto. Pasadas las 24 semanas, la interrupción de
un embarazo sólo será permitida si a criterio del médico tratante fuera
estrictamente indispensable para salvar la vida de la mujer. Esta deberá
consentir esa intervención de serle posible.
En caso de menores de 18 años, el aborto podrá realizarse sólo con su
consentimiento y el de cualquiera de sus representantes legales o guardadores de
hecho. Si no fuera posible obtener esos asentimientos, habrá recurso ante jueces
letrados de familia en Montevideo o jueces letrados de primera instancia en el
Interior.
Fuera de estos plazos y condiciones, quien causara un aborto será castigado con
pena de tres a 24 meses de prisión. Si lo hiciera sin consentimiento de la
mujer, la pena pasa a entre dos y ocho años de penitenciaría.
Si a la mujer le sobreviniera una lesión grave o gravísima, la pena impuesta a
quien practicara un aborto será de dos a cinco años de penitenciaría, y si la
mujer muriera, de tres a seis años de penitenciaría.
En cuanto a la mujer que causare el aborto de su propio embarazo fuera de las
circunstancias y condiciones legales, se fija una pena de prisión de entre tres
y nueve meses. Si el aborto se produjera antes de las 20 semanas, quedará exenta
de pena.
Las interrupciones de embarazo que se practiquen en las condiciones fijadas por
la ley serán consideradas un acto médico gratuito, a cargo del Estado.
Comcosur Mujer
Nota: Como hemos mencionado alguna declaración del Senador Fernández Huidobro
escuchada en varias radios, hemos optado por publicar un artículo de él en el
Diario La República, en un tono más tranquilo, y otro artículo en contestación a
éste de un viejo compañero del MLN-T, Jorge Torres.
SE TRATA DE LA VIDA
Por Eleuterio Fernández Huidobro
(Diario La República - 15/04/04)
Cuántas mujeres más deben morir para que los senadores se animen a votar esta
ley?", gritan unos. "Esta Ley mata niños con una aspiradora y los tira al tacho
de la basura", gritan otros. Bajo el terror de tales "argumentos" es difícil
debatir. Estoy convencido de que una nueva vida humana surge en el momento de la
concepción cuando sus 46 cromosomas flamantes deletrean un personal, único, e
irrepetible "código" genético. Distinto al del padre y al de la madre.
A partir de ese cimiento, de contundencia irrebatible, la vida debe ser
protegida. Con el grave agregado de su extrema debilidad. Tan trémula alborada
de todos un buen día, es sacramental y sagrada. Hablo desde una ineludible
perspectiva judeo-cristiana al decir de algunos, occidental y cristiana
sostienen otros, y así sucesivamente. No puedo hablar desde otra. Nací y me crié
en Uruguay. Kissinger le dijo un día a Mao Tse Tung, que lo admiraba
rendidamente por haber logrado implantar una filosofía judeo-cristiana como el
marxismo en el vasto país de Confucio. Mao ya muy viejo, palmeándole la mano, le
contestó que no, que apenas si había podido llegar con ella hasta los
alrededores de Pekín. Compréndase entonces que, desde esa perspectiva, será
posible redactar una ley. Desde otra, la ley será distinta. El punto de partida
determina en este caso el camino a seguir.
Yo no puedo banalizar la muerte de un embrión. Y si en el país hay 33.000
abortos anuales (cifra más aceptada pero insegura) debo tratar de evitar que esa
mortandad de futuros hombres y mujeres se produzca. La veo como la peor
expresión de la violencia doméstica. Por la muerte de esos embriones, la
tragedia de la mujer y el hecho social de que gran parte de esos abortos son
decididos por hombres y no por mujeres (padres, esposos, compañeros,
parientes...), por la omisión culpable del Estado y, también, porque la sociedad
en su conjunto elude los problemas e impone las "soluciones". Asumo la culpa propia en esto. Discutimos además en el marco de un país despoblado.
Y no olvidemos que la principal causa de muerte materna es en partos que también
se realizan hoy en condiciones oprobiosas en la enorme mayoría de los casos. De
eso esta Ley dice absolutamente nada. Guarda un profundo silencio y, en materia
de mutilaciones y otras agresiones, nada dice acerca del aumento escandaloso de
las cesáreas luego de cierto momento en nuestra reciente historia y en especial
antes de las Fiestas de cada Fin de Año y de cada Semana Santa. Sin embargo esta
Ley lleva como nombre Defensa de la Salud Reproductiva. Así como hay abortos
para pobres y para ricas, hay fecundación, concepción, gestación, parto y
crianza, para pobres y para ricas y las que más mueren y quedan mutiladas en
partos, son las pobres o sea la inmensa mayoría. Esta Ley de eso dice nada.
Cambiemos su nombre por lo menos.
LA MUERTE AUTORIZADA
El drama social, la realidad concreta, el hecho de que la penalización del
aborto obliga a su práctica clandestina y somete a las mujeres a todo tipo de
explotaciones, humillaciones, mutilaciones e incluso la muerte, coloca en el
debate parlamentario un decisivo argumento a favor de ir a la despenalización.
Este asunto ya está presente en la legislación y por lo tanto no puede ser
descartado sólo en base a "principios".
La Ley de duelos y los duelos mismos en los que, sin ir más lejos en el tiempo,
han participado Jorge Batlle, Julio María Sanguinetti, Manuel Flores Mora, Líber
Seregni, Enrique Erro y un largo etcétera. La carrera militar lleva implícito el
homicidio no sólo despenalizado, sino ordenado bajo graves penas si no se acata
y, por si ello fuera poco, condecorado. Leyes de amnistía y de preclusión de la
pretensión punitiva del Estado incluso ratificada por referéndum popular,
despenalizaron todo tipo de delitos incluso el homicidio. Los policías en uso
legal de su arma de reglamento si producen un homicidio. La legítima defensa
para el caso de toda la ciudadanía. En naufragios y otros cataclismos.
Decisiones de fuerza mayor que salvan a unos y sacrifican a otros. Diversas
decisiones médicas vinculados al aborto.
Por lo tanto la despenalización del homicidio, si evita un mal mayor, hace ya
tiempo que está vigente en nuestro país. Pero siempre obedece a causas
poderosas, se esté de acuerdo con ellas o no. Por lo tanto no me niego a discutir
la despenalización, pero sin engañar a nadie, sé muy bien de qué se trata y en
la medida de las posibilidades del Estado y de la sociedad debería evitarse el
aborto. El gran problema es que esta Ley, tal como está, sin modificaciones
importantes, no da respuesta a ese principal argumento y por lo tanto pierde su
principal sostén. Como supongo que nadie está de acuerdo con el aborto veamos:
En el Capítulo I - que debería ser el principal - nada importante se dice
respecto a la gran campaña nacional contra este problema, fomentando la
maternidad, y la paternidad responsable, la educación sexual, las medidas
anticonceptivas, la salud del embrión, etcétera. Se dicen vaguedades para
saludar a la bandera. Tampoco nada en torno a lo que sería previo y esencial:
toda mujer embarazada y sin determinada cantidad y calidad de recursos recibirá
una Asignación Familiar renovada y de verdad por tres años desde la concepción.
O por el plazo y cantidad que la patria pueda hasta que pueda lo que debe. Y
esto, que lo propusimos y debemos proponer con esta o sin esta Ley adquiere
razón aplastante en el marco de esta Ley. Sé que la económica no es la única
causa de los abortos, pero es la principal entre los sectores más vulnerables
que hoy son la mayoría. Resulta fácil decir aborta como decir no abortes si
después viene la olímpica palangana para lavar las manos. De este tema la Ley
dice nada. Tal vez descartando de antemano que si llega a decir algo, vendrá el
superministro de las finanzas con el pulgar para abajo y todo el debate se
acabó. La muerte sí, la guita no. Como siempre. Uruguay destina recursos en
seguros de paro, INDA, comedores escolares, seguridad, cárceles, (cada preso sal
e unos 5.000 pesos por mes) y un largo etcétera.
Nada dice acerca de las "Iniciativas Sanitarias Contra el Aborto en Condiciones
de Riesgo" propuestas por el Sindicato Médico, Facultad de Medicina y Sociedad
Ginecotológica. Porque a pesar de esta Ley seguirá habiendo abortos en
condiciones de riesgo. La Ley hace como que a partir de ella este problema
desaparecerá. Y no va a desaparecer y eso hay que decírselo a la gente. La Ley
no dice que será penalizada la comercialización de los restos humanos producto
del aborto... Uno de los grandes negocios de las clínicas clandestinas (que
mañana serán legales). Las placentas "jóvenes" (de embarazos interrumpidos), son
atroz materia prima de las multinacionales de la industria química para la
fabricación de los "mejores" cosméticos antiarrugas.
La Ley no prohíbe la propaganda respecto a estos servicios que se legalizan. Por
el contrario: será esperable. Seguirá habiendo abortos para pobres y abortos
para ricos. Como hay salud para ricos y muy escasa o nula para pobres. La Ley
diluye la responsabilidad paterna en la decisión. No es consultado y ni siquiera
comunicado. No tiene nada que ver. Ese hecho en las actuales condiciones
provocará una mayor irresponsabilidad paterna en el tema y alentará la presión
sobre las mujeres para que aborten. En ese sentido la Ley es machista. Pero lo
es fundamentalmente porque en su Capítulo I (Deberes del Estado) no se menciona
ni una sola vez la palabra embrión o la palabra feto. Si Uruguay padece 33.000
abortos por año, 17.000 de esas muertes, por lo menos 17.000, son mujeres. Sobre
ellas y sobre su salud, la Ley dice nada. O tal vez dice definitivamente todo.
ARGUMENTAR, PERO NO MUCHO.
Jorge Torres
En La República del pasado 15 de abril aparece un artículo del Senador de la
República Eleuterio Fernández Huidobro con el que intenta fundamentar o
justificar su posición contraria al proyecto de ley que despenaliza el aborto. A
partir de un sesgamiento del que abusa, el Senador encabeza su artículo con un
título melodramático: Se trata de la vida. Y a partir del título y del
sesgamiento, desarrolla un reduccionismo de tipo terrorista por el cual todos
los que estamos a favor de la despenalización del aborto, caemos en la categoría
de criminales. Palabra más, palabra menos, una simple variante de las homilías
cotuñescas.
Haciendo una formidable exhibición de carencia de método, el Senador de la
República se introduce en el tema del aborto a partir del descubrimiento o de la
comprobación de que la concepción surge a partir de los 46 cromosomas que, a su
vez, son producto de la fecundación del óvulo femenino por un espermatozoide. En
tren de ir más atrás, el Senador podría haber llegado hasta el momento más
picante, ilustrativo y determinante que es cuando el pene se introduce en la
vagina. Aunque es posible que desde su ineludible perspectiva judeo-cristiana
tal descripción habría aparecido como un poco impúdica y también pecaminosa.
Así pues el Senador (solo o con sus asesores) omite analizar el tema del aborto
desde la globalidad de sus cuatro enfoques posibles y necesarios: el cultural,
el moral, el de los derechos individuales y el biológico. Cuando titula su
artículo Se trata de la vida está escamoteando a la polémica otros enfoques
posibles y distintos del biológico los que, sin quizá, son mucho más
importantes, como vamos a verlo.
Cada cultura crea, aplica y transmite determinados valores espirituales y
materiales; pero esos valores no son eternos (¡Senador, ni los dioses son
eternos!) sino que van cambiando durante el transcurrir de la sociedad humana y
mucho de lo que hasta ayer era aceptable, hoy no lo es (la esclavitud, por poner
un solo ejemplo). La inmutabilidad sólo existe en el terreno religioso y en
aquellos donde predomina el pensamiento dogmático; en todos los demás, no. Y si
los cambios que se producen en la sociedad humana constituyen un progreso o un
retroceso, es una cuestión que compete a las filosofías pero no a las culturas,
que son un hecho vivo, cambiante, mutante. Así es que hoy, aun desde una
ineludible perspectiva judeo-cristiana no se admite el recurso de la hoguera
para quienes discrepan con el o los dogmas religiosos, así como tampoco con la
lapidación de la mujer adúltera.
Cuando el Senador de la República Fernández Huidobro afirma y subraya que habla
(o escribe) desde una ineludible perspectiva judeo-cristiana al decir de
algunos, occidental y cristiana sostienen otros, y así sucesivamente. No puedo
hablar desde otra. Nací y me crié en Uruguay, lo está haciendo desde lo que se
denomina determinismo; y el determinismo no es más que una concepción filosófica
que se sostiene en el rango, en la importancia que asigna a la causalidad. En
tanto ese es su fundamento, el determinismo se presenta como una concepción
mecanicista que excluye la casualidad y, en consecuencia, cree que existen leyes
y procesos de naturaleza inmutable. Desde esta naturaleza, el determinismo
conduce inevitablemente a una especie de fatalismo para el cual las cosas no
pueden ser de otro modo distinto al que son.
El Senador Fernández Huidobro, a pesar de que apela al determinismo, sabe muy
bien que no existe el determinismo geográfico ni el político; porque si no fuera
así, jamás podría haber sido guerrillero, como se ufana, y tampoco dirigente
político dentro del Frente Amplio sino de alguno de los partidos tradicionales.
Así pues su salmodia sobre una ineludible perspectiva judeo-cristiana y su nací
y me crié en Uruguay, suena más bien a un acto de fe que descansa en alguna
supuesta predeterminación divina.
Pasemos a otro punto. La iglesia católica -tal como permanentemente nos lo
recuerda el arzobispo Cotugno- cree que la llamada moral cristiana no sólo es
válida para todos los hombres sino que, además, es la que contiene los valores
humanos más elevados. Esta pretensión, sin embargo, no condice con su propia
historia llena de hogueras, de inquisiciones, de guerras santas y de la
justificación permanente de las clases dominantes, al tiempo que predica para
los pobres, para los desposeídos y para los desheredados, una resignación en la
tierra a cambio de la promesa de un más allá. Pues bien, esta pretensión es la
que asume también el Senador de la República Fernández Huidobro cuando
reivindica su ineludible perspectiva judeo-cristiana al incursionar en el tema
del aborto. Pero más allá de colegios, comuniones y vaya a saber uno qué más, el
Senador debería conocer, recordar y respetar la existencia de ciudadanos que no
comulgan con sus comuniones y que, por no hacerlo, tienen el legítimo derecho a
reivindicar otras creencias y otros valores morales.
Dice en su artículo el Senador de la República: Tan trémula alborada de todos
un buen día es sacramental y sagrada. Dejando de lado el fallido intento de
poetizar sobre el tema, el Senador, intencionalmente, nos oculta su filiación y
enfoque religioso porque, precisamente, lo sacramental y lo sagrado competen
pura y exclusivamente a lo religioso, a los dogmas de la iglesia. ¿No habría
resultado menos rebuscada la simple confesión; porque cuál era el riesgo, que
alguno sacara la consigna ¡El Ñato y Cotugno un solo corazón!, era ese el
riesgo? ¡Vamos Senador, por tan poco!
Pasemos al tema de los derechos individuales que el Senador Fernández Huidobro
se saltea alegremente. El ser humano -creado por un dios o no, según el gusto de
cada uno-, posee no solamente los atributos sexuales que conducen a los 46
cromosomas que el Senador recuerda; tiene también el impulso sexual que conduce
al goce sexual y todavía, por si fuera poco lo anterior, derechos sobre su
propio cuerpo. Así, por ejemplo, puede ser adicto al asado a pesar de los
riesgos del colesterol; al cigarrillo a pesar de las potenciales amenazas de
cáncer; a la acción política armada a pesar de los riesgos de vida; al alcohol,
a la politología o a tocar la guitarra, a pesar de los riesgos que ellos
conllevan. Va en gustos, como dice la expresión popular.
En el marco de ese libre albedrío, la mujer tiene el derecho a tener sexo y al
mismo tiempo a no querer tener hijos, Y en el ejercicio de esos derechos puede
ocurrirle que, accidentalmente, quede embarazada. El mismo accidente que puede
tener un militante de la lucha política armada cuando recibe una herida y no por
ello abandona sus convicciones y su militancia. Y otro tanto podríamos
ejemplificar si habláramos de jugadores de fútbol, de conductores de auto, de
políticos o de comedores de asado. Son riesgos que la vida presenta y no el
castigo de alguna supuesta deidad superpuesta a la sociedad humana. Pero hete
aquí que desde la ineludible perspectiva judeo-cristiana que nos predica el
Senador de la República Fernández Huidobro, la mujer está condenada a una tutela
divina, a una tutela bíblico-jurídica que establece sin lugar a dudas, qué es lo
que puede y qué es lo que no puede con relación a su propio cuerpo, a sus
propios deseos, a su propia elección.
El Senador Fernández Huidobro, en una sutil variante del machismo que dice no
compartir, nos mete de contrabando el machismo bíblico gracias al cual la mujer
siempre jugó en la B. Y sin embargo. Al Senador, que tiene debilidad por la
aritmética, le proponemos este simple ejercicio: sume usted a la mitad de los
cromosomas que dan lugar al embrión, los nueve meses de gestación, los meses del
amamantamiento y los años que vienen después con la crianza y las otras tareas
inherentes a la condición de madre. Obtenido el resultado, pregúntese Senador si
la mujer, en vez de la tutela desde la ineludible perspectiva judeo-cristiana,
de la suya y la de los otros senadores que votarán contra el proyecto de
despenalización del aborto, en fin, pregúntese si esa mujer que hasta hoy comete
delito cuando aborta, no tiene mucho más derecho a decidir por sí misma, en vez
de que lo hagan usted y Cotugno desde la perspectiva judeo-cristiana.
Tal vez resulte utópico pensar que el Senador Fernández Huidobro pueda revisar
su posición a partir del descubrimiento de otros aspectos que conciernen a la
cuestión del aborto. Es muy probable. Pero de todos modos, más vale intentarlo
que no hacerlo.
Montevideo, 18 de abril de 2004.
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