Uruguay |
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CAYO LA MINISTRA DEL INTERIOR – La violencia y la inseguridad pública, siguen siendo temas gravitantes en la sociedad uruguaya. Pero, además, es el eje de la derecha uruguaya en su discurso electoral. Cuentan para ello con la complicidad de las grandes corporaciones periodísticas, vinculadas a la derecha vernácula e internacional. Diariamente canales de televisión (con su inocultable impacto), actúan como amplificadores de un fenómeno ya de por si preocupante. Hasta extremos ridículos. Por ejemplo, fue noticia en la televisión el tropezón de un hombre que subía a un ómnibus y se golpeó la frente. Formó parte de la “crónica roja”, aunque usted no lo crea. La derecha apuesta a uno de sus mejores recursos: la generación de un clima psicológico de miedo. Esto le permite presentarse como la salvación, la restauradora del “orden” perdido. Extraña hipocresía: los dirigentes políticos que gobernaron al Uruguay con sus dogmas neoliberales, que lo sumieron en la más atroz fragmentación social, cultural, económica, geográfica, etc., hoy impunemente aparecen en los medios como individuos probos, respetables, que nada tienen que ver con aquello. Fueron los que durante décadas (de gobierno militares y también electos democráticamente), crearon las condiciones para que miles y miles de uruguayos fueran quedando al margen de todo. Para muchos, para demasiados, la estrategia pasó a ser la sobrevivencia, la del día a día, sin otra perspectiva. Allí se fueron anidando distintos fenómenos sociales y culturales vinculados a la delincuencia que acapara las pantallas televisivas. Los responsables de este quiebre, hoy buscan réditos con las consecuencias de sus actos. El presidente Tabaré Vázquez llegó al gobierno con la promesa de ser implacable con el delito, pero también con sus causas. No ha sido fácil. Para comenzar, Uruguay contaba con un cuerpo policial hostil, pauperizado, sin recursos, sin formación, último y desesperado recurso de los uruguayos que no encontraban otro empleo. Y por otro, las brechas ya mencionadas, campo fértil para creación de submundos con sus propios valores. En este marco se produjo en el día de ayer la renuncia de la ministra del Interior, Daisy Tourné. La dirigente socialista cometió varios “errores”: ser mujer, ser desenfadada, hablar de un modo “políticamente incorrecto”, etc., etc. Desde su asunción la derecha la ridiculizó, la sindicó como lesbiana, puta, borracha, ridícula, etc, etc. También sectores de la propia izquierda se sentían incómodos con el “estilo” de la ministra. En una reciente reunión con los jóvenes socialistas, Tourné aludió a estos temas y dijo todas esas “malas palabras”, grave pecado! Ya al borde de la excomunión, el presidente Tabaré Vázquez tomó la iniciativa y le pidió su renuncia. Tuvo que enfrentar una campaña que llegó a extremos de obscenidad desde varios frentes. No faltaron trasnochadas y aberrantes opiniones desde la propia izquierda, como las del senador frenteamplista y ex guerrillero Eleuterio Fernández Huidobro quien, irresponsablemente, llamó a la ciudadanía a armarse para combatir a la delincuencia. Se produjo el cambio ministerial, pero el desafío esencial sigue en pie. Queda claro que si el Uruguay quiere encarar en profundidad el tema de la delincuencia y la violencia tendrá que profundizar mucho más en sus causas, sin dejar de reprimir sus efectos. No habrá paz social a menos que se profundicen reformas estructurales que sellen las injusticias brutales abiertas por el neoliberalismo en dictadura y en democracia. Habrá que reformar en serio un sistema carcelario obsoleto y desbordado por el hacinamiento de cada vez más presos. Habrá que conmover las estructuras del viejo y aún vigente poder. No nos referimos solamente al económico. Sino también a su primo-hermano: el mediático. Mientras un país tenga una absoluta mayoría radios y canales de televisión en manos de mercaderes de la frivolidad, no habrá un verdadero cambio educativo y cultural. El país asiste, como tantos otros, a una extranjerización de sus medios a favor de grandes grupos extranjeros. La tónica es el rédito económico, sin ningún compromiso ético con la sociedad, que participe en la generación de capacidad crítica, analítica. Usan las ondas que pertenecen a todos en beneficio propio, sin reparos, capaces de sobrepasar cualquier límite imaginable a la hora de ganar ratting y dinero. Y por cierto, siempre funcionales a los intereses más oscuros de la sociedad. También, en las últimas horas quedó nuevamente de manifiesto la doble moral predominante en Uruguay. Sesudos periodistas y analistas condenaron a la ex ministra Tourné por su “estilo”, justificaron y apoyaron su relevo. Son los mismos que servilmente dialogan con figuras políticas que cuando gobernaron el país, lo vaciaron, lo corrompieron y lo sumieron en las peores crisis. Es más grave hoy en el Uruguay, para algunos medios, el “estilo” de una ex ministra, que el amparo que muchos dirigentes de la derecha dieron a los peores criminales, aquellos que usaron el poder del estado para cometer crímenes de lesa humanidad. Los actores políticos del Uruguay arruinado siguen siendo respetables figuras con las pantallas a su disposición. Y no faltó en la izquierda quien se sumara al coro de la derecha. Para volver al ejemplo anterior, el senador Fernández Huidobro (el que pedía a la gente que se armara para enfrentar a la delincuencia), dijo que la renuncia era lógica y estaba poco menos que cantada. Curiosamente es el mismo senador que, con tanto ahínco, defendió a los delincuentes y represores extraditados a Chile por el asesinato de Eugenio Berríos en Uruguay. La delincuencia, la violencia, tema complejo, multicausal si los hay. Tal vez por ello omitimos un dato no menor: en el segundo lugar de la escala delictiva se ubica la violencia doméstica. Es decir, la inseguridad está instalada dentro de las casas o en los entornos más cercanos a las víctimas. También propio de un país donde la doble moral y la hipocresía parecen ser parte de la identidad.
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